Grow (increase): Crecer.
Como seres vivos que somos, el crecimiento es una constante en nuestra existencia y es sin duda la característica distintiva de la vida. Todo ser vivo lucha por su supervivencia y nuestro hábitat está en constante evolución, por lo que tenemos que adaptarnos a un entorno competitivo y cambiante mediante el aprendizaje.
Podríamos afirmar que todo ser humano, en el transcurrir de su existencia, evoluciona y crece en diversas áreas de su vida. Cuando nos hacemos adultos y alcanzamos cierta estabilidad, corremos el riesgo de quedarnos anclados en nuestra zona de confort. En el ámbito de la psicología, la zona de confort es un estado de comportamiento en el cual la persona opera en una condición de «ansiedad neutral», utilizando una serie de conductas para conseguir un nivel constante de rendimiento sin sentido del riesgo (Alasdair A. K. White 2009). La zona de confort es la zona metafórica en la que estamos cuando nos movemos en un entorno que dominamos, donde las cosas nos resultan conocidas y cómodas, sean éstas agradables o no.
Si permanecemos impasibles a los constantes cambios que nos rodean en una sociedad tan altamente competitiva y cambiante en la que vivimos, corremos el riesgo de quedarnos atrás. Pero, independientemente de la edad que tengamos y de la situación en que nos encontremos en nuestras vidas, siempre estamos a tiempo de crecer. Para mejorar no hace falta estar enfermo, basta con tener un sueño, basta con saber hacia dónde nos dirigimos en nuestra vida.
“Tenemos tantas neuronas como estrellas en el universo”, decía Timothy Leary. Esto significa que el cerebro es un órgano extremadamente dinámico en permanente relación con el ambiente, por un lado, y con los hechos psíquicos o los actos del sujeto, por otro.
Esta extraordinaria facultad se conoce como neuroplasticidad cerebral y se refiere a la capacidad que tienen nuestros cerebros de formar y reformar redes neuronales a partir de nuestras experiencias, es decir, la habilidad de moldearse con el aprendizaje. Cuando estamos aprendiendo algo nuevo, se forman redes en nuestro cerebro a partir de neuronas que se comunican entre ellas a través de estructuras que permiten el pase de señales de una neurona a otra. Cada vez que aprendemos o practicamos algo, estas conexiones se generan, o se refuerza la comunicación entre conexiones existentes.
La neuroplasticidad es conocida como la “renovación del cableado cerebral” y los estudios neurocientíficos más recientes respaldan la afirmación de que una vida mental intensa desempeña un papel esencial en el bienestar cognitivo de las etapas avanzadas de la existencia humana.
¡Cuánta razón tenía el dramaturgo inglés hace más de cuatro siglos! Podemos desarrollar nuestro potencial a lo largo de toda nuestra vida para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Eso es crecer, y este espacio es una plataforma para reflexionar sobre ello.
Resumiendo, el desarrollo personal no consiste en cambiar de personalidad sino en salir de nuestra zona de confort y explorar la zona de aprendizaje, que es aquella que nos permite desarrollar nuestras habilidades, modificar nuestros hábitos y, en definitiva, tomar consciencia de quienes somos y cómo queremos que sea nuestra vida para convertirla en un sueño hecho realidad.